sábado, 22 de junio de 2013

El color de la muerte



El color de la muerte
Tendría yo 13 años cuando sucedieron los enfrentamientos entre los de Casado y los comunistas, que se habían hecho fuertes en los Nuevos Ministerios, muy cerca de la calle Ponzano donde vivíamos.
En esos días, anunciaron que había llegado una partida de mortadela y que repartirían 100 gramos por persona a los vecinos de Chamberí. A las cuatro de la madrugada me fui a la cola, pero nos quedamos con las ganas, porque, de noche, la habían robado… Volvía a casa con un grupo de vecinas, cuando comenzó un tiroteo. Nos refugiamos en la entrada del colegio de San Isidro, hoy desaparecido, y, ante mis aterrados ojos, unos soldados colocaron a otro delante de la churrería. Se cuadraron frente a él y lo fusilaron.
Cayó hacia delante, la cabeza de lado. Un chorrito de sangre de su boca corría por el reguero como si fuera agua. Me quedé sola, sin poder moverme, sin poder quitar la mirada de aquel hombre que, poco a poco, se iba poniendo amarillo. Nunca he podido olvidar el color de la muerte.

No hay comentarios: