domingo, 16 de junio de 2013

LAS AVENTURAS DEL PEQUEÑO CID


LAS AVENTURAS DEL PEQUEÑO CID


El pequeño Cid Rodrigo
con Sancho, su buen amigo,
en su burra sin montura
marcha en busca de aventura.

Sobre su burra Lucera,
con la espada de madera
que le hizo su padre ayer,
mil peligros va a vencer.

Él sueña que de mayor
va a ser el Cid Campeador.
Cabalgará como una rayo
con Babieca, su caballo.

Tras un monte, de repente,
se asoma un monstruo rugiente:
un animal melenudo;
y el niño empuña su escudo.

"¡Ay!, un león, ¡vaya susto!
O me escondo en este arbusto
o me traga de un bocado",
berrea Sancho espantado.

Rodrigo no se impresiona,
saca su espada Tizona,
mira al león, pega un salto
y se le sube en lo alto.

Le hace cosquillas deprisa
y al león le da la risa.
"León, harás lo que mande,
no eres más que un gato grande".



El león mira a Rodrigo
y ruge: "¿Serás mi amigo?
Soy un león vagabundo,
no tengo a nadie en el mundo".

Sancho sale con su escudo
y un gorro en forma de embudo.
Lleva una flor en la mano
para el león africano.

                Camina el león tan pancho
con la burra, el Cid y Sancho.
y gritan los tres perplejos:
"¡Se ve un castillo a lo lejos!"

Abre Rodrigo la puerta
con la espada y muy alerta.
Sabe que hay en los castillos
fantasmas por los pasillos.

El niño, de un empujón,
mete a Sancho y al león
Deja a la burra Lucera
atada a un árbol de fuera.

Entran a una sala oscura
con estatuas, armaduras
y una gran lámpara extraña
cubierta de telarañas.

El león y Sancho van
temblorosos como un flan
-se les mueve hasta el ombligo-
siempre detrás de Rodrigo.

Sancho escucha un estornudo.
De un salto, pierde el embudo.
Corriendo con el león,
se esconde tras un sillón.

De pronto, por la escalera,
con bufanda y orejeras,
baja un fantasma amarillo
de la torre del castillo.


Moquea, tose, estornuda...
"Tienes, fantasma, no hay duda,
un catarro de elefante",
le dice el Cid tan campante.

Para curarle el catarro,
en un gran tarro de barro
prepara un jarabe el niño
con miel, limón y cariño.

Con un caldo de gallina
y el tarro de medicina,
el fantasma resfriado
en un rato está curado.

Feliz, sin frío en los pies,
se despide de los tres
dando aullidos de alegría:
"Venid a verme algún día"

Les da un regalo genial:
un casco muy especial
de un caballero valiente
que ayudó a un montón de gente.

Se pone el casco Rodrigo
y por un campo de trigo
se van los tres con Lucera,
bajando por la ladera.

Pasa por allí Jimena,
una niña alegre y buena
que, desde un árbol cercano,
les dice adiós con la mano.


Rodrigo al ver tal belleza
se aturulla, se tropieza,
se cae al río y se aleja
con un pez en cada oreja.

Se pone, ¡qué disparate!,
tan rojo como un tomate
A ella le divierte mucho
ese niño tan flacucho.

Y se van juntos los cinco
-Rodrigo pegando brincos-
a atravesar la llanura
en busca de otra aventura.

               Autora: Carmen Gil (http://www.poemitas.com)

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