domingo, 28 de diciembre de 2014

EL ANGEL DE NAVIDAD

EL ANGEL DE NAVIDAD
por Inma Holguin
  
El año que mamá Noél repartió los regalos de NavidadErase una vez un angelito muy pequeñito, el angelito más pequeño que os podáis imaginar. Todos en el cielo le llamaban “chiquitín” aunque en realidad se llamaba Benjamín.
Benjamín siempre estaba preguntándole a su mamá:
- Oye mamá, ¿Cómo celebran los niños la Navidad en la Tierra?
- Por favor mami, déjame bajar a la Tierra para verlo. Y su madre  le decía: No Benjamín, eres aún demasiado pequeño para ir tú sólo a la Tierra.
- Oh por favor, por favor mamá, te prometo que no haré nada  malo y que volveré enseguida.
Tanto insistió que al final su madre le dijo:
- Está  bien te dejaré bajar a la Tierra a ver cómo celebran los niños la Navidad con la condición de que vuelvas rápidamente en cuanto pase el día 25 de diciembre.
- De acuerdo, te lo prometo, dijo Benjamín y se dispuso a hacer todos los preparativos para el viaje.
Al llegar la Nochebuena, el día 24 de diciembre, se despidió de todos  y se dispuso a bajar del Cielo. Fue volando entre las nubes moviendo sus alitas muy deprisa pues hacía un frío……y es que estaba empezando a nevar.
Se  cruzó con los renos de papá Noel que iban corriendo a toda velocidad surcando  el cielo tirando del trineo y oyó a papá Noel que desde lejos le saludaba:
- Oh oh oH hasta luego chiquitín, voy corriendo, no me puedo parar pues aún me quedan muchos niños a los que dejar su regalo.
- No te preocupes papá Noel voy a casa de unos niños, así que ya te veré luego, dijo Benajamín.
 y siguió bajando y bajando y, según se acercaba a las casas empezó a volar más despacito para ver  en qué casa se iba a meter. Fue volando mirando por las ventanas y por fin se decidió por una casa en la que vivían dos niños. El mayor se llamaba Felipe y tenía cinco años y ya era muy bueno y responsable  y el pequeño, se llamaba Adrián, pero en casa todos le llamaban “piquirriqui”. Era muy rico, pero un poco llorón y caprichoso. Claro, es que  sólo tenía tres años recién cumplidos….

Pero al angelito Benjamín, cuando los vio  tan dormiditos en su cuarto, le  parecieron unos niños adorables y decidió quedarse en esa casa.
Buscó un hueco de la ventana que estaba abierto y por allí se metió, fue volando volando por el pasillo hasta que llegó a la puerta del salón de la casa, allí se paró y cuando empujó la puerta para entrar, se quedó sin palabras: ¡¡¡¡Allí  había  el árbol más bonito que había visto en su vida!!! Era tan grande que casi llegaba al techo, estaba lleno de bolas que brillaban y de luces de colores y abajo del todo estaba lleno de  los regalos que había dejado papá Noel esa noche.
De pronto, Benjamín oyó unos pasos que se acercaban corriendo al salón y las risas de los niños que venían cantando: 25 de diciembre fun fun fun. 25 Ya es Navidad!!!.
El angelito buscaba desesperado dónde esconderse para que no le vieran y no se le ocurrió nada mejor que quedarse muy quieto con las alas extendidas en lo alto del árbol de navidad como si fuera una figurita más.
Los niños entraron corriendo al salón, seguidos de sus papás y gritaron: Mirad! Ha venido papá Noel. Mamá, papá ¿podemos abrir ya los regalos?.
Sí claro, dijeron  sus papás, mira en este paquete pone tu nombre y en este otro pone el nombre de tu hermano.
Los niños abrieron todos los regalos, papá Noel les había traído lo que habían pedido y estaban muy contentos.
Benjamín los miraba desde lo alto del árbol sin mover ni un pelo para no ser descubierto pero, estaba tan feliz viéndoles, que no pudo evitar soltar unas risitas de felicidad.
Entonces, Adrián, el niño más pequeño, le vió y empezó a gritar:
-    Mamá, mamá ese angelito es de vedáaa, le he visto reírse.
-    Pero que cosas tienes, piquirriqui, es un angelito de cerámica, ¿cómo se va a reír?. Anda sigue jugando con tus juguetes nuevos.
Sin embargo, los niños al ratito de estar jugando empezaron a discutir:

Déjame el tren.
-    No, es mío.
-    Eh! no cojas mi patinete, papá Noel me lo ha traído a mí.
-    Mentira que es mío.
-    ¡No toques mis fichas que me las vas a romper!.
-    Pues si no me lo dejas, me enfado y ya no juego contigo y acabaron los dos enfadados, cada uno en un extremo del salón.
-    ¡¡¡Se acabó!!! Dijeron mamá y papá enfadados,
-    Ahora mismo vamos a meter todos los juguetes en una bolsa y vamos a regalárselos a los niños que no tienen casa y papá noel no ha podido dejarles nada.
Felipe y Adrián se pusieron a llorar, sus padres les reñían enfadados y de pronto Adrián se dio cuenta de que le había caído una gotita de agua en la mano, miró hacia arriba y vio que eran las lágrimas de Benjamín.
Se calló de inmediato y acercándose a su hermano le dio un besito y le dijo: Perdón!!! A la vez que le dejaba su patinete nuevo.
El hermano mayor, que era muy bueno y responsable, le dio un super- mega abrazito “Crunch” y le dijo. Jugaremos los dos con todo por turnos, primero tú y luego me toca a mí, ¿vale?.
-    Muy bien, hijos, así se hace!!!, dijeron los papás muy contentos y ahora ¿qué os parece si en esta bolsa metemos los juguetes que queráis y nos vamos a regalárselos a los niños que no han tenido tanta suerte esta Navidad?.
El niño pequeño miró de reojo al angelito y vió que le sonreía y que le guiñaba un ojo y cuando al día siguiente todos andaban como locos buscando al angelito del árbol que había desaparecido y su máma le preguntó: piquirriqui ¿Has cogido tú el angelito que había en el árbol?
- El dijo muy convencido: No, se fue muy contento volando, volando, hasta el cielo.

viernes, 8 de agosto de 2014

La historia de las cuatro bellas de la historia china (parte II)... Wang Zhaojun (王昭君)

La historia de las cuatro bellas de la historia china (parte II)... Wang Zhaojun (王昭君)


La segunda bella de la historia china se trata de Wang Zhaojun (王昭君), también conocida como Wang Qiang (王嫱), en mi opinión, la única de las cuatro bellas que tuvo un final relativamente feliz.
Wang Zhaojun era una de las miles de esposas (sin exagerar) que tenía el emperador Yuan Di (元帝: 75a.c.- 33a.c.) de la dinastía Han, aunque era extremadamente hermosa, el emperador no se había enterado de ella. Puesto que era tantas las esposas del emperador, era imposible que él las conociera personalmente a cada una de ellas, por eso, habían pintores que dibujaban retratos de los rostros de las esposas, y los presentaba al emperador, y así el emperador escogía la "afortunada" que pasará la noche con él. Ya se imagina usted lo importante que era los retratos para las miles de esposas, pues una vez una mujer se convierta en esposa del emperador, jamás podrá salir del palacio imperial (excepto por órdenes del emperador), entonces si una esposa no consigue el cariño del emperador, pasará toda la vida en una soledad interminable. Por esa razón, las mujeres del emperador sobornaban a los pintores para que las dibujaran más bonitas y así, poder ser alguien en el gigantesco palacio imperial. Pero Wang Zhaojun era una mujer de virtudes, y nunca utilizó engaño o soborno con los pintores, y es por eso que el emperador no se había enterado de ella.
La vida de Wang Zhaojun tuvo un giro de 180 grados cuando el jefe de uno de los etnias lejanos Hu HanXie (呼韩邪) llegó al palacio imperial, con la intención de poder casarse con algunas mujeres nobles de la etnia Han (汉). Debido a la soledad y la depresión dentro del palacio, Wang Zhaojun solicitó ser una de ellas, y el emperador consintió obviamente. Y hasta el momento de partida de Hu Hanxie con las mujeres escogidas, el emperador vió el rostro a Wang Zhaojun, aunque se asombró por su gran belleza, ya no podía hacer nada para retenerla.
Wang Zhaojun llegó a la etnia lejana, tuvo un hijo con el jefe Hu Hanxie, parecía que iban a ser felices por un buen tiempo, pero Hu Hanxie se murió después de dos años y Wang Zhaojun tuvo que cumplir con las costumbres de la etnia: casarse con el hijo mayor del difunto jefe, dicen que éste la quiso mucho, y tuvieron dos hijas.
Wang Zhaojun es una de las cuatro bellas de China no sólo por su belleza, sino también por el valor político de su matrimonio con Hu Hanxie. Pues trajo muchos años de paz en la frontera del emperador con esa etnia, además junto con Wang Zhaojun llegó una buena parte de la cultura china a esa etnia acelerando el desarrollo cultural, social de la etnia.

La historia de las cuatro bellas de la historia china (parte I)… Xi Shi (西施)

La historia de las cuatro bellas de la historia china (parte I)… Xi Shi (西施)



Xi Shi 西施 nacida al final de la época Chun Qiu (770 a.c. – 403 a.c.) es conocida por su gran belleza, y la destrucción de un país entero entrelazado con una historia de venganza donde ella a pesar de su belleza fue víctima de las intrigas políticas de esa época.
La época Chun Qiu春秋(el nombre da homenaje a la obra majestuosa sobre hechos histórico que Confucio participó en el proceso de edición) es parte de la época de la dinastía Zhou 周 cuando el poderío del emperador Zhou 周 estaba de mal en peor, y los reyes locales (诸侯) iban aumentando sus poderes, la historia de Xi Shi surge entre dos de estos reyes: rey de Wu 吴: Fu Chai 夫差 y el rey de Yue 越: Gou Jian 勾践.
El año 494 a.c. el rey de Wu derrotó a los ejércitos de Yue , como consecuencia, el rey de Yue : Gou Jian tuvo que ser prisionero en Wu por dos años, donde pasó por todo tipo de humillación (servía a Fu Chai como esclavo, incluso una vez tuvo que probar el excremento de Fu Chai …). Al cabo de dos años, Fu Chai creyó en la obediencia de Gou Jian, y lo dejó regresar a su país. Gou Jian nunca olvidó estos dos años de esclavitud y humillación, dedicó todo su tiempo y gran esfuerzo para hacer de Yue un país poderoso para obtener la venganza. Y Xi Shi  jugó un papel importantísimo en este plan de venganza.
El rey Gou Jian sabía que un punto débil del rey de Wu  son las mujeres bonitas, entonces planeó regalarle muchas mujeres hermosas, para que éste descuide de los asuntos del país. Un funcionario jóven de Yue: Fan Li 范蠡 descubrió la gran belleza de Xi Shi  y la trajo al rey Gou Jian , éste dedicó 3 años para que Xi Shi  aprendiera habilidades como el canto, el baile y movimientos elegantes, la vistió de ropas lujosas y la envió al rey de Wu . Rey de Wu  apenas la vió, se obsesionó con ella, gastó grandes fortunas del país construyendo varios palacios ostentosas y un gran lago para ella; también el objetivo de Gou Jian  se cumplió, el rey de Wu descuidó de su país, y este se fue debilitando rápidamente. Finalmente en el año 482 a.c. Gou Jian atacó y venció al Wu , y nueve años después lo atacó de nuevo, el rey de Wu se suicidó al ver la derrota definitiva.
Xi Shi se desapareció durante la batalla, hay dos teorías sobre el final de ella: la primera, la esposa de Gou Jian no quería que Gou Jian se enamorara de Xi Shi, entonces la metió en una gran bolsa de cuero y la hundió en un lago; la segunda, (un final feliz, pero poco creíble según los historiadores) es que el funcionario joven que descubrió a Xi Shi se había enamorado de ella, al terminar la guerra la llevó al lago Tai Hu 太湖, y vivieron felices allá para siempre.

LOS CAMBIOS DE LA ZORRA MÁGICA

LOS CAMBIOS DE LA ZORRA MÁGICA


El intelectural WU吴 de NINGBO frecuentaba los lupanares. Después de encontrarse con una zorra mágica, se enamoró de ella pero no abandonó su diversión con las rameras. Un día, la zorra le rogó que renunciara a sus encuentros con las putas, diciéndole: “Yo puedo cambiar mi forma física para ser tan bella como tú lo deseas. Tan pronto como imagines una mujer hermosa, yo me convertiré en ella. Así que ¿no te parece mejor mi oferta que comprar los goces de un cuerpo?”

Cuando WU吴ensayó, viendo que era verdad que la raposa podía adaptar su forma física a la del cuerpo de mujeres fascinantes, no volvió donde las meretrices. Pero un día él dijo a la zorra: “De veras que me siento feliz contigo. Me satiface el poderme acostar con las bellezas que me gustan, pero es una lástima porque no son mujeres verdaderas sino imaginarias; no puedo amarlas como a auténticas mujeres.”

La zorra replicó: “La diversión del sexo es un proceso pasajero, como la luz del relámpago o las chispas producidas por lo sgolpes de las piedras. Cuando yo tomo el aspecto de una mujer bella, es una forma imaginaria y pasajera pero ¿acaso la belleza física no es ilusoria y efímera? Así que, todas las mujeres bellas y disgtinguidas de la historia son ilusorias porque no hay bellaza eterna. Los campos áridos de hoy fueron los escenarios elegantes de los nobles de ayer. La unión entre un hombre y una mujer es el lapso más corto en el universo: siempre llega el momento de adiós; la fiesta de amor y de ternura finaliza como un sueño. Entonces ¿cuál es la realidad y cuál es la ilusión?”

La zorra se marchó unos años después, pero WU吴 no volvió a buscar su antigua diversión.

UN FANTASMA ERUDITO博学之鬼

UN FANTASMA ERUDITO博学之鬼


Dos confucionista ancianos, ZHANG WEN PU张文卜 y JI RU AI 及孺爱, eran profesores en el municipio de XIAN献县。 Un día, salieron a caminar entre una aldea al norte y una al sur de XIAN. Poco a poco se alejaron de la escuela internándose en un campo baldío, cercano a un cementerio.

“Debe haber fantasmas por aquí. Regresemos. “ dijo ZHANG temeroso.

Justo en se momento, un señor de edad, bien vestido y con bastón, apreció y los saludó. Sentáronse, los tres, debajo de un árbol; el anciano les dijo:

“Ustedes dos son confucionistas ¿cómo pueden creer en la existencia de fantasmas?”

Pusiéronse a hablar sobre el moralismo de ZHU TZE y las relaciones dialécticas de las energías YIN y YANG阴阳。El anciano comentó a los maestros con palabras elegantes, lógicas y claras y con intuición creativa. Los dos profesores lo admiraron por su erudición, pero ninguno le preguntó su nombre. Cuando pasaban por la vía dos vehículos tirados por búfalos, el viejecito púsose de pie y arregló su traje diciendo:

“Me siento muy solo en el otro mundo. Si hubiera negado la existencia de los fantasmas no habría podido hablar con ustedes dos toda la noche. Yo les pido que disculpen el engaño.”

Así, desapareció el fantasma erudito.

LA JOVENCITA QUE CABALGABA EN UN ASNO

LA JOVENCITA QUE CABALGABA EN UN ASNO


Un joven pendador confucionista llamado ZHANG EN TIANJIN, paseábase un día con algunos amigos por las afueras de la urbe, cuando una joven que cabalgaba en un asno pasóles por el lado. Aprovechándose de que ella iba sóla, la insultaron con palabras sucias, persiguiéndola. la muchacha nada respondía pero apresuraba al asno para escapar de los muchachos que terminaron alcanzándola, pero el confucionista se había quedada rezagado. De repente, la mujer bajó del asno y comenzó a coquetear con sus acosadores. Cuando ZHANG llegó , se dio cuenta de que la dama no era nadie más sino su esposa, hecho que lo sorprendió porque ella no sabía cabalgar, aparte de que la casa estaba lejos. Furioso y con dudas, reprochó a la mujer su actitud; deseaba golpearla; pero ella no paró sus coqueteos. Cuando el ofendido se acercó, rápida se subió al jumento y, en el acto, mudó su rostro por completo, diciendo: "Tan pronto ves a la esposa de otro, quieres insultarla y violarla; pero cuando ves que es la tuya la ofendiá, te enfureces. Has estudiado muchas escrituras de Confucio pero todavía no sabes qué es perdonar. Así, cómo podrás ser un personaje inportante en el estado? Por eso no has pasado el examen estatal para ser un funcionario." Después de esto, ella contrinuó su camino.
ZHANG palideció por el susto, sin saber si la joven era un inmortal o un fantasma.

sábado, 2 de agosto de 2014

Una cama para Mimi

Una cama para Mimi

Título original: Una cama para Mimi
Texto: Javier Viveros
Ilustraciones: Adriana Morales
Páginas: 20
Año: 2013
La Cosa que lee ha decidido cambiar de cama esta semana porque debajo de la suya no hay monstruos, y ella quiere una que los lleve de serie. Es así como ha recordado que en su ‘cuentoteca’ tiene un libro del que todavía no ha hablado que se titula ‘Una cama para Mimi’: Un cuento que seguro os mantendrá despiertos.
¿De qué va?
Kuarahy Mimby es una pajarita muy colorida que decide adoptar a un bebé murciélago. Kuarahy se esfuerza mucho en cuidarlo pero no consigue hacerlo dormir. Desesperada, consultará a  otros animales para que la ayuden.
¿Qué se aprende?
El cuento hace un recorrido entre las distintas maneras en las que duermen los animales y nos invita a encontrar la nuestra propia. Bien orientado, quizá pueda usarse para hacer entender a algunos murciélagos, niños y cosas a las que les ha llegado el momento de dormir solos en su cama.
Lo que más nos ha gustado
  • La Cosa se ha quedado prendada por las ilustraciones de este libro. Son clásicas, cálidas y están muy bien definidas.
  • La historia nos muestra un montón de animales de diferentes especies y ámbitos: gallinas, pájaros carpinteros, caballitos, jaguares, tucanes, etc…
  • El mensaje es claro.
  • Paralelamente a la trama principal, el cuento también nos demuestra que el amor de una madre, aunque sea adoptiva, es incondicional e inagotable.
  • Todos los animales que aparecen tienen nombres chulos. No nos gusta cuando los cuentos están protagonizados por un ratón que se llama Ratonín… ¡Que aburrido! Lo que mola es que los personajes tengan nombres de verdad, como ocurre en este cuento.
Los peros
  • El libro tiene mucho más valor como herramienta didáctica que como pasatiempo lúdico.
  • La historia es solemne. No es reprochable, pero sí os advertimos de que no estamos ante un cuento de animales haciendo cosas locas. Es una historia sobre encontrar la solución de un problema importante para los protagonistas.
¿Sabías que…
  • … este cuento se regaló durante un tiempo en los Burguer King durante una campaña para el fomento de la literatura infantil?
¿A quién se lo regalarías?
Si dudarlo, a alguien con problemas de sueño que necesita encontrar su sitio ideal para dormir.
 

jueves, 29 de mayo de 2014

Mi pequeño caracol


MI PEQUEÑO CARACOL

Cuando una mañana de domingo Marta se despertó, enseguida pensó en dar de comer a sus peces, la noche anterior estaba muy cansada y se fué a dormir enseguida. Con alegría se acercó a su pecera y con gran asombro descubrió que increíblemente se había metido un caracol en ella. Rápidamente llamó a su madre para que lo viera.
    "Vaya qué pequeño es", dijo la mamá mientras miraba al pequeño caracol de agua. "Sólo un punto negro."
    "Seguro que crece y se hace muy grande", dijo Marta y bajo corriendo a desayunar. Por la noche y antes de acostarse encendió la luz de su tanque de peces.

    Vió los peces de colores naranja que eran grandes y gordos, que estaban dormitando en el interior del arco de piedra. Mandíbulas estaba despierto,  y nadaba a lo largo de la parte delantera del depósito moviendo rápidamente la cola y haciendo que en el agua se formara espuma y muchas burbujas. Tardó Marta un tiempo en encontrar al pequeño caracol y lo encontró pegado en la parte inferior del acuario, justo al lado de la grava.

    Cuando llegó al cole al día siguiente contó a todas sus amigas el descubrimiento del caracol y les dijo que era tan pequeño que se le podía confundir con un pedazo de grava. Todas se pusieron a reír y una de las chicas de su clase dijo que parecía una mascota ideal para ella, ya que Marta era un poco bajita.
    Esa noche Marta encendió la luz para encontrarlo, y estaba aferrado a la punta de una pequeña banderita que salía de la maleza del acuario. Estaba cerca del filtro de agua y se balanceaba con las burbujas de aire que salían de este .
    "Esto debe ser muy divertido", pensó. Trató de imaginar como debe ser el tener que aferrarse a las cosas todo el día y decidió que probablemente era muy agotador. Después de darles de comer, se sentó al lado para observar como los peces nadaban, se perseguían y jugaban entre ellos. Entonces observó como uno de los peces de color naranja estaba absorbiendo grava y volviendola a lanzar, cuando en una de esas se tragó al pobre caracol que estaba paseando tranquilamente por la grava. Marta saltó de su silla, pero de pronto lo vio salir escupido del pez. Así continuó haciendo el pez de color naranja, varias veces, hasta que el pobre caracol flotó hasta la parte inferior del tanque entre la grava de color. Marta no podía parar de reir.
"Creo que ha crecido un poco", le dijo a su mamá en el desayuno al día siguiente.
    "Menos mal, sino se lo van a tragar todos los días varias veces", dijo su mamá, tratando de ponerse el abrigo y comer tostadas al mismo tiempo.
    "Pero yo no quiero que sea demasiado grande o no será tan bonito. Las cosas pequeñas son más bonitas que las grandes, ¿no es así?".
    "Sí lo son. Pero las cosas grandes también pueden ser muy bonitas. Ahora date prisa, voy a perder el tren."
En la escuela, ese día, Marta dibujó un elefante. Necesitaba dos pedazos de papel para hacer los colmillos pero a su maestra  no le importaba porque estaba contenta con el dibujo y quería ponerlo en la pared de la clase. En la esquina del dibujo, Marta escribió su nombre completo, y dibujó pequeños caracoles sobre las “a” de su nombre. La maestra dijo que era muy creativa.
    Ese fin de semana decidieron que había que limpiar el acuario. "Hay una gran cantidad de algas en los laterales", dijo mamá.
    Se llevaron los peces con mucho cuidado  y los pusieron en un bol muy grande que tenía mamá para cocinar mientras vaciaban un poco de agua. Mamá usaba una  aspiradora  especial para limpiar la grava, mientras que Marta recortaba la maleza del estanque para dejarla a un tamaño adecuado y  frotó el arco y el tubo de filtro. Mamá vertió agua nueva en el acuario.
    "¿Dónde está el pequeño caracol?" Preguntó Marta.
    "En el lado", dijo mamá. Estaba ocupada concentrándose en echar el agua."No te preocupes  he tenido mucho cuidado con él."
    Marta miró por todos los lados del acuario. No había ni rastro del caracol de agua.
    "Probablemente está en la grava", dijo su mamá. "Vamos a acabar el trabajo, que tengo que hacer la comida todavía." Saco todos los peces del bol y los dejó caer en el agua limpia del acuario. Los peces no dejaban de nadar y daban vueltas y vueltas, alegrandose de tener un agua tan limpia.
Esa noche, Marta volvió a comprobar el acuario. El agua se había instalado y se veía preciosa y clara, pero no había ni rastro del pequeño caracol.  Se tumbó en la cama e hizo algunos ejercicios, estirando sus piernas y los pies apuntando al cielo. El estiramiento era bueno para los músculos y cuando Marta terminó, se arrodilló a  mirar otra vez  el acuario, pero seguía sin haber rastro del caracol.
Bajó las escaleras, su madre estaba en el estudio, rodeada de papeles. Tenía sus gafas puestas y el pelo todo revuelto en el lugar donde había estado pasando sus manos, se notaba muy concentrada. Marta le dijo que seguía sin ver al caracolito y que estaba muy preocupada.
    "Ya aparecerá no te preocupes, es muy pequeño y se puede esconder en cualquier sitio." fue todo lo que dijo. "Ahora a la cama Marta. Tengo montañas de trabajo que hacer  para ponerme al día."
     "Lo has aspirado ¿verdad," dijo ella con un tono de voz y una cara que denotaban su enorme enfado.
    "No lo he hecho. Tuve mucho cuidado. Pero es muy pequeño."
    "¿Qué hay de malo en ser pequeño?"
    "Nada en absoluto. Pero se hace más difícil de encontrar que si fuese grande."
    Marta salió corriendo de la habitación y se fué a su cuarto con lágrimas en los ojos, tumbandose en la cama.
La puerta del dormitorio se abrió y la cara de mamá apareció. Marta trató de ignorarla, pero era difícil cuando se acercó a la cama y se sentó junto a ella. Estaba sosteniendo una enorme lupa en sus manos.
    "He recordado que papa tiene esta lupa gigante para ver bien su colección de sellos", dijo. "Extra de gran alcance, para la caza del caracol". Marta sonrió a su madre y saltó de la cama rápidamente..
    Se sentaron una junto a la otra y empezaron a mirar por todas las partes del acuario, en las esquinas entre las grandes piedras, en la grava y la espiga de agua.
    "¡Ajá!" Mamá de repente gritó.
    "¿Qué?" Marta cogió la lupa y miro donde su madre estaba señalando.
    Allí, escondido en la curva del arco, perfectamente oculta en la piedra oscura, estaba sentado el pequeño caracol. Y sorprendentemente junto a él habia otro caracol de agua, incluso más pequeño que él.
     "¿Pero de dónde ha salido?"
    "Estoy empezando a sospechar que la hierba del acuario es buenisima ¿no crees?"
    Los dos se rieron y se metieron en la cama de Marta juntas, abrazadas bajo el edredón. Era acogedor, pero un poco apretado.
    "Muévete un poco," dijo mamá, dándole un empujón a Marta con su trasero.
    "No puedo, estoy tocando la pared."
    "¡Por Dios como has crecido entonces. ¿Cuándo ha ocurrido esto? Tenemos que apuntar en la pared tu altura y consultar cada poco tiempo, pues estas creciendo como un gigante."
    Marta puso su cabeza en el pecho de su madre, sonrió y feliz se dispuso a dormir.

Billetes de Cielo

Billetes de Cielo



Cuento para niños enfermos
Había una vez un niño enfermo llamado Juan. Tenía una grave y rara enfermedad, y todos los médicos aseguraban que no viviría mucho, aunque tampoco sabían decir cuánto. Pasaba largos días en el hospital, entristecido por no saber qué iba a pasar, hasta que un payaso que pasaba por allí y comprobó su tristeza se acercó a decirle:
- ¿Cómo se te ocurre estar así parado? ¿No te hablaron del Cielo de los niños enfermos?
Juan negó con la cabeza, pero siguió escuchando atento.
- Pues es el mejor lugar que se pueda imaginar, mucho mejor que el cielo de los papás o cualquier otra persona. Dicen que es así para compensar a los niños por haber estado enfermos. Pero para poder entrar tiene una condición.
- ¿Cuál? - preguntó interesado el niño.
- No puedes morirte sin haber llenado el saco.
- ¿El saco?
- Sí, sí. El saco. Un saco grande y gris como este – dijo el payaso mientras sacaba uno bajo su chaqueta y se lo daba. - Has tenido suerte de que tuviera uno por aquí. Tienes que llenarlo de billetes para comprar tu entrada.
- ¿Billetes? Pues vaya. Yo no tengo dinero.
- No son billetes normales, chico. Son billetes especiales: billetes de buenas acciones; un papelito en el que debes escribir cada cosa buena que hagas. Por la noche un ángel revisa todos los papelitos, y cambia los que sean buenos por auténticos billetes de cielo.
- ¿De verdad?
- ¡Pues claro! Pero date prisa en llenar el saco. Llevas mucho tiempo enfermo y no sabemos si te dará tiempo. Esta es una oportunidad única ¡Y no puedes morirte antes de llenarlo, sería una pena terrible!
El payaso tenía bastante prisa, y cuando salió de la habitación Juan quedó pensativo, mirando el saco. Lo que le había contado su nuevo amigo parecía maravilloso, y no perdía nada por probar. Ese mismo día, cuando llegó su mamá a verle, él mostró la mejor de sus sonrisas, e hizo un esfuerzo por estar más alegre que de costumbre, pues sabía que aquello la hacía feliz. Después, cuando estuvo solo, escribió en un papel: “hoy sonreí para mamá”. Y lo echó al saco.
A la mañana siguiente, nada más despertar, corrió a ver el saco ¡Allí estaba! ¡Un auténtico billete de cielo! Tenía un aspecto tan mágico y maravilloso, que el niño se llenó de ilusión, y el resto del día no dejó de hacer todo aquello que sabía que alegraba a los doctores y enfermeras, y se preocupó por acompañar a otros niños que se sentían más solos. Incluso contó chistes a su hermanito y tomó unos libros para estudiar un poquito. Y por cada una de aquellas cosas, echó su papelito al saco.
Y así, cada día, el niñó despertaba con la ilusión de contar sus nuevos billetes de cielo, y conseguir muchos más. Se esforzaba cuanto podía, porque se había dado cuenta de que no servía el truco de juntar los billetes en el saco de cualquier manera: cada noche el ángel los colocaba de la forma en que menos ocupaban. Y Juan se veía obligado a seguir haciendo buenas obras a toda velocidad, con la esperanza de conseguir llenar el saco antes de ponerse demasiado enfermo...
Y aunque aún tuvo muchos días, nunca llegó a llenar el saco. Juan, que se había convertido en el niño más querido de todo el hospital, en el más alegre y servicial, terminó curando del todo. Nadie sabía cómo: unos decían que su alegría y su actitud tenían que haberle curado a la fuerza; otros estaban convencidos de que el personal del hospital le quería tanto, que dedicaban horas extra a tratar de encontrar alguna cura y darle los mejores cuidados; y algunos contaban que un par de ancianos millonarios a los que había animado mucho durante su enfermedad, habían pagado un costosísimo tratamiento experimental para él.
El caso es que todos decían la verdad, porque tal y como el payaso había visto ya muchas veces, sólo había que poner un poquito de cielo cada noche en su saco gris para que lo que parecía una vida que se apaga, fueran los mejores días de toda una vida, durase lo que durase.

domingo, 27 de abril de 2014

ERASE UNA VEZ.....

ERASE UNA VEZ.....

Érase una vez una (O) que se sentía la más feliz del mundo. Se deslizaba éntre sílabas construyendo bellas palabras que la enardecían y llenaban de un éxtasis celestial.

   Quiso hácer sociedad con la (I) y con la (E) Éstas le dijeron:
-¡Nosotras no tenemos imaginación, solas no podemos decir nada!
-¡Todas unidas podremos! -les decía la (O) empeñada en conseguir su propósito.
- La (I), haciendo gala de compañerismo, les dijo:
-¿Qué hacemos con la (U) y con la (A), no les vamos a decir nada?
-Seremos cinco cómo siempre. Tenemos que reclutar a las consonantes, junto con los signos de puntuación haremos maravillas.

-¿Y qué vamos a decir?, -preguntaba la (I)  asustada.
-Todas juntas diremos lo que se nos ocurra, que pára eso estamos, aclaró la (U), que parecía un poco enfadada. Cogió con decisión la batuta y se puso a dirigirlas a todas:
-¡Tú, ponte aquí!, ¡Tú, ponte allá! Con mano diestra y experiencia de siglos, fue combinando, vocales consonantes y signos de puntuación, quedando prendada del resultado: 
    
 -¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
     ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
      que a mi puerta cubierto de rocío,
      pasas las noches del invierno oscuras?
   
    -¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
     pues no te abrí! ¿Qué extraño desvarío,
     si de mi ingratitud el hielo frío 
      secó las llagas de tus plantas puras?

     -¡Cuantas veces el ángel me decía:
     "Alma, asómate ahóra a la ventana,
      verás con cuánto amor porfía"

      -¡Y cuantas, hermosura soberana:
       "Mañana te abriremos respondía"
       ¡Pára lo mismo responder mañana!

- ¡Pero, bueno!... ¡Si eso es de Lope de Vega! Eso ya estaba escrito,
-protestaron al unísono. 
-¿Tengo yo la culpa de que eso ande suelto por ahí, y se me haya copiado? -Se disculpaba la (U). 
-¡Ya no dirijo más, ahóra que dirija quien quiera!    

  

RANITA QUITA

RANITA QUITA




 La ranita Quita no era feliz, no se sentía satisfecha de sí misma. Siempre enterrada en la arena del desierto.Todo lo que poseía le había sido regalado. Cuándo llovía salía hacía acopio de agua desovaba sus huevecillos, y a dormir al calor de la arena.

 Un día, con andar cadencioso, marchó cabizbaja dejando un largo camino marcado por las dunas del desierto.
  Un científico inquieto buscaba habitantes escondidos en las arenas. Sentía fascinación por los desiertos. Parecen estériles y sin  vida y escondidos en la arena viven cantidad de seres adaptados a su medio. Encontró  el sendero marcado por la ranita Quita y lo iba siguiendo. Ésta, se había escondido pára descansar a la sombra de una duna en fórma de concha.


 Cómo el sendero marcado terminaba allí, nuestro hombre  decidió tomarse un descanso y quedó dormido.
  Aprovechó la ocasión la ranita y  se colocó en un bolsillo de su mochila. Procuró no dormir y tener los ojos bién abiertos, tenía que vivir grandes aventuras; aprender, ¿Quién sabe? ¡Quizá su vida cambiara y le encontrara un sentido!

 Viajó, primero en tren, luego en barco, y por fin en avión.
La mochila fue depositada en el portal de una casa con jardín. Pensó que era buén moménto pára cóntinuar ella sola su aventura.  

 Marchó dando saltos a esconderse en el seto del jardín colindante, hásta que inspeccionara el terreno y se hiciera cargo de la situación.

 Se oían voces extrañas. Ella nunca imaginó que cosas así se pudieran oír. Después de mucho intentarlo llegó a ésta conclusión:
 Hacían sonar instrumentos con maestría adquirida con el trábajo constante de muchos áños.

-¡Qué pena! -decía pára sí- ¡Cuantas cosas hay pára poder hácer y yo toda mi vida durmiendo! Se metió dentro de un piano. Viajó a un lugar donde instrumentos de diferentes formas sacaban acordes que le hicieron llorar  de emoción. 

A un violín que sonaba de maravilla   lo protegía la policía.  Pensó que por delincuente; pero no, era por su antigüedad y su valor. Se llamaba "Stradivarius". Quizá tenia tendencia a extraviarse -pensó.
 También viajó dentro de una guitarra. Oyó una voz que decía: voy a echar una siesta -¡vaya! -pensó- a éste le pasa cómo a mí le gusta vivir bien.
  
Lo pasó genial. Andaba de fiesta en fiesta. ¡Qué trajes! ¡Qué colorido! A veces, creía estar en el desierto por el calor que hacía.

 Aprendió que es saludable echar una siesta. Que no hay que avergonzarse por ello. Cáda uno hace lo que le enseñan sus mayores. Sólo hay que intentar mejorarlo y ser feliz, porque los que  te quieren sólo pueden ser felices si tú lo eres... y se dispuso a echar una siestecita. 

 Al despertar, se sorprendió, no por los ruidos, sino por el silencio. Sacó la cabeza con cuidado, y vio que estaban a la sombra de una duna en fórma de concha. -¡Es mi destino!- Se dijo. Salió decidida con firme determinación:

¡Haría una orquesta con todas la ranas del desierto! Cuando venga la lluvia, cantarán y llenarán el desierto de acordes musicales. 

ALARMA EN LA COLMENA

ALARMA EN LA COLMENA

 En la colmena cundía el pánico. La Reina montada en cólera, había proclamado convocatoria. Ciertos rumores le habían forzado a tomar una decisión: Dejar de poner huevos para castigar a los
atrevidos. Una abeja obrera había puesto los ojos en el zángano elegido para fecundar a la nueva Reina.

  Todas las obreras, formadas ante su Majestad, miraban de reojo a la insurrecta.
--Ella sabía desde siempre que no le era permitido amar --decían sus compañeras.

 No existe ni ha existido una mirada tan desolada y triste como la de nuestra abejita.  Ojos caídos, alas arrastrando por el suelo, cestillo vacío, cinco días sin salir a libar las flores.

  La Reina, cosa inusual en ella, se había propuesto poner las cosas en orden. Llegó el día del juicio:
 --¡Tú! ¿Cómo te atreves a poner los ojos en el elegido?, --decía la
Reina-- de sobra sabes que no puedes enamorarte. Sólo puedes trabajar y servir a la comunidad. ¡Estás castigada a cuidar tú sola todas las celdillas, alimentar a todos los pollos y traer tres cestillos de polen de romero todos los días!

 --¡Y tú, zángano infiel, quedarás inutilizado para volar, con tus alas presas en miel!

 La pobre abeja, lloraba tanto, que tuvieron que encerrarla en una celdilla. Abrir con el aguijón de un zángano un desagüe al exterior tenía riesgo de inundación.

  Por fin llegó el día para hacer una nueva Reina. Soltaron a la princesa. Voló alto, muy alto. Los zánganos salieron tras ella con ansias locas de alcanzarla. El más ágil y fuerte la alcanzó y cumplió su triste destino. Después de alcanzar la gloria, murió.

 En la colmena todo era cuchicheo. La abejas obreras, en complot con la Reina, comentaban que, una vez fecundada la princesa, los zánganos restantes eran un estorbo. Comían mucho, y ensuciaban en vez de colaborar. Acordaron que esa noche acabarían con todos.

    La abeja enamorada, al oír los comentarios, se llenó de adrenalina. De ninguna manera iba a consentir que eliminaran a su
enamorado de una manera tan ladina y cruel. Utilizó su trompetilla de libar la flores para agrandar el desagüe y escapar. Por una entrada que sólo ella conocía, llegó donde estaba su amor preso en miel.

  Escaparon. 
--Tendremos que ser amantes platónicos, --decía la abeja a su enamorado-- yo no estoy dotada para el amor sexual. 
--Cuando dos espíritus conectan, va en ello el placer de cualquier categoría que quieras aplicarle.
   
  Marcharon juntos. Siguieron como siempre:  ella trabajaba y hacía miel, él miraba cómo trabajaba y comía. Nunca más la mirada de la abeja fue triste, ni sus alas caídas. Parecía frágil como un suspiro, pero no, era fuerte como un girasol.

 Un día, cansado el zángano de no hacer nada, puso una escuela para zánganos que tampoco hacían nada. Hasta los lugares más recónditos había llegado el dicho:  "Es un zángano", cuando quieren vapulear a cualquier individuo falto de iniciativas. Esto se iba a terminar. Él les enseñaría a ser zánganos de provecho.

  Todos le querían y agradecían sus esfuerzos. En su cumpleaños le regalaron una buena ración de Jalea Real:
¡Esto para ti, porque te lo mereces por enseñarnos a ser Zánganos de Primera!


 Lo agradeció de corazón. Él sabía que sólo era privilegio de la Reina comer la Jalea Real.

jueves, 17 de abril de 2014

LOS CISNES SALVAJES


 
 
 
 
 
Hace muchísimos años vivía un rey que tenía once hijos y una hija llamada Elisa. Los hermanos se querían mucho y eran muy unidos. Aunque vivían en un hermoso castillo, jugaban y estudiaban como cualquier familia grande y feliz. Por desgracia, su madre había muerto poco después del nacimiento del último príncipe.

Con el pasar del tiempo, el rey se repuso de la muerte de su amada esposa. Un día, conoció a una mujer muy atractiva de quien se enamoró. Sin sospechar que en realidad se trataba de una bruja, le propuso matrimonio.

"Ella me hará compañía y mis hijos tendrán de nuevo una madre", pensó el rey. Sin embargo, el mismo día en que llegó al castillo, la nueva reina resolvió deshacerse de los jóvenes príncipes.

La reina empezó a mentirle al rey para indisponerlo con sus hijos. Luego, un buen día, reunió a los príncipes a la entrada del castillo.

-¡Fuera de aquí! -gritó-.

No los quiero volver a ver nunca más.

Diciendo esto, levantó su capa hacia el cielo y los convirtió a todos en cisnes salvajes. Pero, como eran príncipes, cada uno llevaba una corona de oro en la cabeza.

La malvada reina le dijo al monarca que los príncipes habían huido del castillo.

-Olvídate de esos ingratos -dijo. Luego, lo convenció de que Elisa necesitaba estar rodeada de otros chicos y mandó a la niña a vivir con una familia de campesinos.

Cuando Elisa cumplió quince años, el rey la mandó traer y la reina la recibió con una amabilidad fingida.

-Ven, preciosa -le dijo-. Debes prepararte para saludar a tu padre.

Mientras Elisa se preparaba para tomar el baño, la reina consiguió tres sapos, los besó y luego les ordenó:

-Tú te sentarás en la cabeza de Elisa y la volverás estúpida. Tú te pondrás cerca de su corazón y se lo endurecerás. Tú le saltarás a la cara y la volverás fea.

Luego puso los sapos en el agua, que tomó un color repugnante. Sin embargo, la dulzura y la inocencia de Elisa rompieron el hechizo. Los sapos se convirtieron en amapolas y el agua se volvió cristalina. Al ver esto, la reina se llenó de ira. Le estregó barro en la cara a la muchacha y le enmarañó el cabello.

Cuando Elisa se presentó ante el rey, la indignación de éste fue enorme.

-¡Esta no es mi hija! -exclamó el rey.

-¡Padre, soy yo, Elisa! -replicó la muchacha.

-Es una pordiosera que sólo quiere tu dinero -dijo la bruja.

-¡Llévensela! -ordenó el rey.

Con el corazón destrozado, Elisa se fue al bosque. Extrañaba a sus hermanos más que nunca y deseaba con toda su alma volver a verlos. Se sentó junto a un arroyo a lavarse la cara y a desenredarse el cabello.

En ese momento, una vieja mujer se le acercó.

-¿Ha visto a once príncipes vagando por el mundo? -preguntó Elisa, esperanzada.

-No, mi querida niña, pero he visto once cisnes con coronas de oro en la cabeza -respondió la anciana-. Vienen a la orilla de aquel lago a la hora del crepúsculo.

Elisa se fue a la orilla del lago a esperar. Cuando el sol se ocultó, escuchó un batir de alas. En efecto, eran los once cisnes salvajes con sus once coronas de oro en la cabeza.
Al principio, Elisa se asustó y se escondió detrás de una roca.

Uno a uno, los cisnes se fueron posando en la orilla. Al tocar el suelo, recobraban su aspecto humano. Encantada, Elisa vio desde su escondite que los cisnes eran sus hermanos.

-¡Antonio, Sebastián! ¡Soy yo, Elisa! -gritó, mientras corría a abrazarlos.

Todos se reunieron en torno a ella, felices de estar de nuevo juntos, después de tanto tiempo.

¡Fue un instante glorioso! Los once príncipes le narraron a su hermana de qué manera la bruja perversa los había convertido en cisnes y Elisa, a su vez, les contó que a ella la había echado del castillo.

-De día somos cisnes y al atardecer volvemos a ser humanos -explicó Antonio, el mayor de los hermanos.

-Encontraré la manera de romper el hechizo -les aseguró Elisa.

Los hermanos encontraron un pedazo de lienzo lo suficientemente grande para llevar a Elisa en él. Al amanecer del día siguiente, la alzaron en vuelo con suavidad. Sebastián, el menor de todos, le daba bayas para comer. Cuando el sol empezó a ocultarse otra vez, llegaron a una cueva secreta, en un bosque apartado. Esa noche, Elisa soñó con un hada que volaba en una hoja.

-Podrás romper el hechizo si estás dispuesta a sufrir -susurró el hada-. Debes recoger ortigas y tejer once camisas con el lino que saques. Cuando las hayas terminado, deberás lanzárselas a tus hermanos para romper el hechizo. ¡Pero escucha bien! No puedes ni hablar ni reírte hasta no haber terminado.

-Eso no importa -respondió Elisa en sus sueños-. ¡Haré lo que sea necesario para salvar a mis hermanos!

Cuando Elisa se despertó esa mañana, sus hermanos ya se habían ido.

En el suelo, junto a ella, había una pila de hojas de ortiga. Elisa se puso a trabajar de inmediato. Al regresar los príncipes a la cueva, encontraron a su hermana tejiendo una prenda bastante curiosa. Elisa tenía las manos llenas de heridas.

-¿Qué haces? -preguntó Sebastián. Pero su hermana no podía decir nada.

Sebastián no pudo evitar que se le llenaran los ojos de lágrimas cuando se inclinó a mirar las manos de Elisa. Las lágrimas cayeron en sus dedos y las heridas desaparecieron inmediatamente. Ella le sonrió agradecida, pero no se atrevió a decir ni una sola palabra.

Los hermanos observaron durante un rato. El asunto era muy misterioso, pero ellos sospecharon que algo mágico debía estar ocurriendo. A lo mejor, Elisa estaba tratando de salvarlos.
Al otro día, cuando ya sus hermanos se habían ido, Elisa salió de la cueva.

"Haré mi trabajo a la sombra de aquel roble", pensó. "Allá no me verán."

Sin embargo, un grupo de cazadores la descubrió.

-¿Tú quien eres? -preguntó uno de ellos con voz áspera. Al no obtener respuesta, la levantó a la fuerza.

-Quietos -dijo una voz. Era un joven rey.

-¿Cómo te llamas? -preguntó amablemente el rey. Elisa se limitó a sacudir la cabeza y a sonreír.

-Ella vendrá conmigo -dijo el rey y ordenó a los cazadores retirarse.

De regreso en el castillo, el joven rey intentó hablarle a Elisa en diferentes idiomas, pero ella no hacía más que tejer. Aunque la muchacha no decía nada, su mirada dulce y su linda cara cautivaron el corazón del rey.

Elisa vivía ahora rodeada de lujos, pero pasaba la mayor parte del tiempo tejiendo en silencio. El rey se sentaba junto a ella y era feliz en su compañía. Un día, decidió hablar con el arzobispo.

-Amo a esta dulce doncella -anunció-, y deseo casarme con ella.

-Su majestad no sabe nada sobre esta muchacha -replicó el arzobispo-. Bien podría ser una bruja. Ese tejido es bastante extraño.

Sin embargo, el rey estaba decidido. Elisa escuchó en silencio la propuesta del rey y le apretó suavemente la mano. La boda tuvo lugar poco después.

Elisa siguió tejiendo hasta que un día se le acabaron las ortigas. Una noche, se fue al cementerio a recoger más hojas. Aunque allí había tres brujas reunidas, Elisa no hizo caso y pensó sólo en las camisas de sus hermanos.

El arzobispo, que la había seguido, se fue a alertar al rey:

-Le dije a su Majestad que su esposa tenía trato con las brujas -afirmó el arzobispo.

El rey queriendo comprobar tal acusación se fue al cementerio. Aterrado, vio a Elisa cerca de las brujas, en torno a una tumba.

-No lo puedo creer -dijo el rey, desconsolado-. Castígala, si eso es lo que debes hacer.

Elisa fue acusada de brujería.

-Esposa mía, te ruego que hables en tu defensa -suplicó el rey. Pero Elisa no podía más que mirarlo con ojos tristes.

Al otro día, la llevaron a la plaza para quemarla en la hoguera. Elisa seguía tejiendo y llevaba con ella las diez camisas para sus hermanos. La muchedumbre enfurecida gritaba:

-¡Quemen a la bruja!

De repente, en el cielo aparecieron once cisnes salvajes que descendieron hacia Elisa. Al verlos, ella les lanzó de inmediato las camisas. La gente se quedó atónita al ver que los cisnes se convertían en príncipes.

Sebastián, quien recibió la undécima camisa con una manga sin terminar, tenía todavía un ala.

-¡Sálvenme! -gritó por fin Elisa-. ¡Soy inocente!

Rodeada de sus hermanos, Elisa se presentó ante el rey. Las lágrimas le rodaban por las mejillas a medida que iba relatando la historia de la madrastra, del encuentro con sus hermanos y el motivo de su silencio.

El rey también lloró de felicidad y abrazó a su esposa con ternura. -Sólo alguien con un corazón tan bueno como el tuyo haría ese sacrificio -dijo el rey.

La multitud gritaba alborozada:

-¡Dios bendiga a la reina! Fue entonces cuando Elisa notó el ala de Sebastián.

-¡Tu brazo, mi pobre hermano! -dijo Elisa llorando.

-No llores -la consoló Sebastián-. Llevaré con orgullo esta ala de cisne como prueba de tu amor generoso e incondicional.
 

EL GIGANTE EGOISTA

 
 
 
 
 
Cada tarde, a la salida de la escuela, los niños se iban a jugar al jardín del Gigante. Era un jardín amplio y hermoso, con arbustos de flores y cubierto de césped verde y suave. Por aquí y por allá, entre la hierba, se abrían flores luminosas como estrellas, y había doce albaricoqueros que durante la Primavera se cubrían con delicadas flores color rosa y nácar, y al llegar el Otoño se cargaban de ricos frutos aterciopelados. Los pájaros se demoraban en el ramaje de los árboles, y cantaban con tanta dulzura que los niños dejaban de jugar para escuchar sus trinos.
 
“¡Qué felices somos aquí!”, -se decían unos a otros.
 
Pero un día el Gigante regresó. Había ido a visitar a su amigo el Ogro de Cornish, y se había quedado con él durante los últimos siete años. Durante ese tiempo ya se habían dicho todo lo que se tenían que decir, pues su conversación era limitada, y el Gigante sintió el deseo de volver a su mansión. Al llegar, lo primero que vio fue a los niños jugando en el jardín.
 
“¿Qué hacéis aquí?”, surgió con su voz retumbante.
 
Los niños escaparon corriendo en desbandada.
 
“Este jardín es mío. Es mi jardín propio”, dijo el Gigante; “todo el mundo debe entender eso y no dejaré que nadie se meta a jugar aquí.”
 
Y, de inmediato, alzó una pared muy alta, y en la puerta puso un cartel que decía:
 
ENTRADA ESTRICTAMENTE PROHIBIDA
BAJO LAS PENAS CONSIGUIENTES
 
Era un Gigante egoísta…
 
Los pobres niños se quedaron sin tener dónde jugar. Hicieron la prueba de ir a jugar a la carretera, pero estaba llena de polvo, estaba plagada de pedruscos, y no les gustó. A menudo rondaban alrededor del muro que ocultaba el jardín del Gigante y recordaban nostálgicamente lo que había detrás.
 
“¡Qué dichosos éramos allí!”, se decían unos a otros.
“La Primavera se olvidó de este jardín”, se dijeron, “así que nos quedaremos aquí el resto del año.”
 
Cuando la primavera volvió, toda la comarca se pobló de pájaros y flores. Sin embargo, en el jardín del Gigante Egoísta permanecía el invierno. Como no había niños, los pájaros no cantaban, y los árboles se olvidaron de florecer. Sólo una vez una lindísima flor se asomó entre la hierba, pero apenas vio el cartel, se sintió tan triste por los niños que volvió a meterse bajo tierra y volvió a quedarse dormida.
 
Los únicos que se sentían a gusto allí eran la Nieve y la Escarcha. La Nieve cubrió la tierra con su gran manto blanco y la Escarcha cubrió de plata los árboles. Y en seguida invitaron a su triste amigo el Viento del Norte para que pasara con ellos el resto de la temporada. Y llegó el Viento del Norte. Venía envuelto en pieles y anduvo rugiendo por el jardín durante todo el día, desganchando las plantas y derribando las chimeneas.
 
“¡Qué lugar más agradable”, dijo.“ Tenemos que decirle al Granizo que venga a estar con nosotros también.”
 
Y vino el Granizo. Todos los días se pasaba tres horas tamborileando en los tejados de la mansión, hasta que rompió la mayor parte de las tejas. Después se ponía a dar vueltas alrededor, corriendo lo más rápido que podía. Se vestía de gris y su aliento era como el hielo.
 
- "No entiendo porqué la Primavera tarda tanto en llegar aquí”, decía el Gigante Egoísta cuando se asomaba a la ventana y veía su jardín cubierto de gris y blanco, “espero que pronto cambie el tiempo.”
 
Pero la Primavera no llegó nunca, ni tampoco el Verano. El Otoño dio frutos dorados en todos los jardines, pero al jardín del Gigante no le dio ninguno.
“Es un gigante demasiado egoísta” decían los frutales. De esta manera, el jardín del Gigante quedó para siempre sumido en el Invierno, y el Viento del Norte, el Granizo, la Escarcha y la Nieve bailoteaban lúgubremente entre los árboles.
 
Una mañana, el Gigante estaba en la cama todavía cuando oyó que una música muy hermosa llegaba desde afuera. Sonaba tan dulce en sus oídos, que pensó que tenía que ser el rey de los elfos que pasaba por allí. En realidad, era sólo un jilguerito que estaba cantando frente a su ventana, pero hacía tanto tiempo que el Gigante no escuchaba cantar ni un pájaro en su jardín, que le pareció escuchar la música más bella del mundo. Entonces el Granizo detuvo su danza, y el Viento del Norte dejó de rugir y un perfume delicioso penetró por entre las persianas abiertas.

“¡Qué bien! Parece que por fin llegó la Primavera” dijo el Gigante, y saltó de la cama para correr a la ventana.
 
¿Y qué es lo que vio?
 
Ante sus ojos había un espectáculo maravilloso. A través de una brecha del muro habían entrado los niños, y habían trepado a los árboles. En cada árbol había un niño, y los árboles estaban tan felices de tenerlos nuevamente con ellos, que se habían cubierto de flores y balanceaban suavemente sus ramas sobre sus cabecitas infantiles. Los pájaros revoloteaban cantando alrededor de ellos, y los pequeños reían. Era realmente un espectáculo muy bello. Sólo en un rincón se mantenía el Invierno. Era el rincón más apartado del jardín y en él se encontraba un niño, pero era tan pequeño que no lograba alcanzar las ramas del árbol, y el niño daba vueltas alrededor del viejo tronco llorando amargamente. El pobre árbol estaba todavía completamente cubierto de escarcha y nieve, y el Viento del Norte soplaba y rugía sobre él, sacudiéndole las ramas, que parecían a punto de quebrarse.
 
“¡Súbete a mí, niñito!”, decía el árbol, inclinando sus ramas todo lo que podía. Pero el niño era demasiado pequeño.
El Gigante sintió que el corazón se le derretía.
“¡Cuán egoísta he sido!” exclamó. Ahora sé porqué la Primavera no quería venir hasta aquí. Subiré a ese pobre niñito al árbol y después voy a tirar el muro. Desde hoy mi jardín será para siempre un lugar de juegos para los niños.
 
Estaba realmente arrepentido por lo que había hecho.
 
Bajó entonces la escalera, abrió cautelosamente la puerta de la casa, y entró en el jardín. Pero en cuanto lo vieron los niños se aterrorizaron, salieron a escape y el jardín quedó en Invierno otra vez. Sólo quedó aquel pequeñín del rincón más alejado, porque tenía los ojos tan llenos de lágrimas que no vio venir al Gigante. Entonces el Gigante se le acercó por detrás, lo cogió suavemente entre sus manos y lo subió al árbol. Y el árbol floreció de repente, y los pájaros vinieron a cantar en sus ramas, y el niño se abrazó al cuello del Gigante y le besó. Y los otros niños, cuando vieron que el Gigante ya no era malo, volvieron corriendo alegremente. Con ellos la Primavera volvió al jardín.
 
“Desde ahora el jardín será para vosotros, hijos míos”, dijo el Gigante, y asiendo un hacha enorme, echó abajo el muro.
 
Al mediodía, cuando la gente se dirigía al mercado, todos pudieron ver al Gigante jugando con los niños en el jardín más hermoso que habían visto jamás. Estuvieron allí jugando todo el día, y al llegar la noche los niños fueron a despedirse del Gigante.
 
“Pero, ¿dónde está el más pequeñito?”, preguntó el Gigante, “¿ese niño que subí al árbol del rincón?”
 
El Gigante lo quería más que a los otros, porque el pequeño le había dado un beso.
 
“No lo sabemos” respondieron los niños, “se marchó solito.”
“Decidle que vuelva mañana” dijo el Gigante.
 
Pero los niños contestaron que no sabían dónde vivía y que nunca lo habían visto antes. Y el Gigante se quedó muy triste.
 
Todas las tardes, al salir de la escuela, los niños iban a jugar con el Gigante. Pero al más pequeñito, a ese que el Gigante más quería, no lo volvieron a ver nunca más. El Gigante era muy bueno con todos los niños, pero echaba de menos a su primer amiguito y muy a menudo se acordaba de él.
 
“¡Cómo me gustaría volverlo a ver!” repetía.
 
Fueron pasando los años, y el Gigante envejeció y sus fuerzas se debilitaron. Ya no podía jugar; pero, sentado en un enorme sillón, miraba jugar a los niños y admiraba su jardín.
 
“Tengo muchas flores hermosas”, decía, “pero los niños son las flores más hermosas de todas.”
 
Una mañana de Invierno, miró por la ventana mientras se vestía. Ya no odiaba el Invierno, pues sabía que el Invierno era simplemente la Primavera dormida, y que las flores estaban descansando. Sin embargo, de pronto se restregó los ojos, maravillado, y miró, miró…
 
Lo que estaba viendo era realmente maravilloso. En el rincón más alejado del jardín había un árbol cubierto por completo de flores blancas. Todas sus ramas eran doradas, y de ellas colgaban frutos de plata. Debajo del árbol estaba parado el pequeñito a quien tanto había echado de menos.
Lleno de alegría, el Gigante bajó corriendo las escaleras y entró en el jardín. Pero cuando llegó junto al niño, su rostro enrojeció de ira, y dijo:
 
“¿Quién se ha atrevido a hacerte daño?” Porque en la palma de las manos del niño había huellas de clavos, y también había huellas de clavos en sus pies.
 
“¿Pero, quién se atrevió a herirte?”, gritó el Gigante. “Dímelo, para coger mi espada y matarlo.”
 
“¡No!”, respondió el niño. “Estas son las heridas del Amor.”
 
“¿Quién eres tú, mi pequeño niñito?”, preguntó el Gigante, y un extraño temor lo invadió, y cayó de rodillas ante el pequeño.
 
Entonces el niño sonrió al Gigante, y le dijo:
 
“Una vez tú me dejaste jugar en tu jardín; hoy jugarás conmigo en mi jardín, que es el Paraíso.”
 
Y cuando los niños llegaron esa tarde, encontraron al Gigante muerto debajo del árbol. Parecía dormir, y estaba enteramente cubierto de flores blancas…
 
 
 
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